La palabra dicha es poderosa. Hera
castigó a la ninfa Eco, celosa de la belleza de sus palabras. Desdémona se
enamoró de Otelo al escuchar sus maravillosas historias. Líderes religiosos y
políticos arrastran masas capaces de hacer temblar los cimientos de
civilizaciones. Que nuestros alumnos sean conscientes de ese poder y aprendan a
disfrutarlo o a temerlo es también una de nuestras tareas.
Y de esto iba también, en cierto
modo, el Concurso Escolar de Lectura en público convocado por el Departamento de Educación, Universidad,
Cultura y Deporte en colaboración con la Editorial Santillana, al que el día 26 de febrero, se presentaron nuestras
alumnas de 3º de ESO (grupo B), Abigail
Guaruma y Luisa Hidalgo. El objetivo era participar en unas sesiones,
desarrolladas entre el 19 de febrero y el 10 de marzo, en las que disfrutásemos
de una “comunicación basada en la lectura expresiva”.
Los grupos de alumnos de los diversos
centros educativos, públicos y privados, de la Comunidad Autónoma de Aragón,
debían leer en voz alta y en equipo un fragmento de libre elección, cuya
duración no debía exceder los cuatro minutos, y otro seleccionado por el Jurado
que, en esta convocatoria, fue un texto divertido, irónico y sorprendente de la
novela juvenil Los hijos del trueno
del escritor aragonés Fernando Lalana.
Todos los grupos mostraron un
gran nivel. Había mucha ilusión en los participantes y era evidente que, junto
con sus profesores, se habían preocupado por lograr expresividad en las voces
que daban vida a unos textos literarios de indiscutible calidad: Augusto Monterroso,
Whitman, Cervantes o N. H. Kleinbaum (autor de El club de los poetas muertos).
Nuestras representantes, siguiendo las
instrucciones de la convocatoria, leyeron de forma colectiva y coral ambos
textos y nos emocionaron a todos especialmente con los versos del genial
Whitman, un poema que, con su arranque de cuento infantil y sus imágenes, nos
revela cómo un niño va incorporando a su experiencia el mundo que le rodea: la
sorpresa ante la belleza de la naturaleza, la sencillez, los afectos, el
bullicio urbano pero también el encuentro con la mezquindad, el autoritarismo,
la pobreza o el racismo.
Abigail y Luisa lo leyeron
realmente bien y desde aquí queremos felicitarlas por su entusiasmo e ilusión.
Este es el poema:
Érase
un niño que se lanzaba a la aventura todos los días,
Y
en el primer objeto que miraba y aceptaba con asombro, piedad,
amor
o temor, en ese objeto se convertía,
Y
ese objeto se hacía parte de él durante el día o una parte del día
…o durante muchos años o largos
ciclos de años.
Las
primeras lilas se hacían parte de este niño,
Y
la hierba y el dondiego de día, blanco y rojo, y el trébol, blanco y
rojo,
y el canto del febe,
Y
los corderos nacidos en marzo y los lechones sonrosados
de
la marrana, y el potro de la yegua y el ternero de la vaca
y
la pollada ruidosa en el corral o junto al fango del
estanque,
y los peces que se suspenden tan curiosamente
allá
abajo, y el hermoso y curioso líquido, y las plantas
acuáticas
con sus cabezas gráciles y planas…
todo se hacia
parte
suya.
Y
los brotes de abril y de mayo se hacían parte suya… los retoños
del
grano en invierno, los del maíz amarillento y las raíces
comestibles
del huerto,
Y
los manzanos floridos y el fruto después… y
las bayas… y las
hierbas
más vulgares de los caminos;
Y
el viejo borracho que se tambalea hacia casa desde el retrete
exterior
de la taberna, de donde acababa de levantarse,
Y
la maestra que pasaba de camino a la escuela… y los afectuosos
muchachos
que pasaban… y los pendencieros… y las
cuidadas
muchachas de mejillas frescas…
y el muchacho
y
la muchacha negros con pies descalzos,
Y
todos los cambios de la ciudad y del campo adondequiera
que
iba.
Sus
mismos padres, el que había impulsado la sustancia paterna
durante
la noche y lo había engendrado, y la que lo
concibió
en su útero y le dio a luz…
ellos dieron a este niño
más
que eso,
La
dieron después cada uno de sus días…
se hicieron parte suya.
La
madre en casa poniendo plácidamente los platos en la mesa
para
la cena,
La madre de palabras dulces… el
gorro y el camisón limpios… su
persona
y ropas exhalando un olor sano cuando pasa;
El
padre fuerte, seguro, viril, mezquino, colérico, injusto,
El
bofetón, la palabra rápida y violenta, el pacto estricto, la
persuasión
astuta,
El
trato familiar, el lenguaje, la compañía, los muebles…
el
corazón anhelante y henchido,
El
afecto que no será denegado…
La sensación de lo que es real
… la idea de si en definitiva
todo será irreal,
Las
dudas diurnas y las dudas nocturnas…
el sí y el cómo
extraños,
Si
lo que parece ser así es así…
o si no son más que destellos y
manchas,
Hombres
y mujeres apretujándose en las calles…
si no son
destellos
y manchas, ¿qué son?
Las
calles mismas y las fachadas de las casas…
las mercancías en
los
escaparates,
Vehículos,
caballos de tiro, embarcaderos de tablones, y el enorme
tránsito
en los ferris;
El
pueblo en la colina visto de lejos al ocaso… el río entre
ambos,
Sombras,
aureola y bruma, luz cayendo en los tejados y aguilones
blancos
o pardos, a tres millas de distancia,
La
goleta cercana cabeceando soñolienta con la marea, el pequeño
bote
remolcado a popa con el cabo flojo,
Las
olas que corren y voltean y las crestas que al chocar se rompen
con
rapidez;
Los
estratos de nubes multicolores…
la larga franja de tinte
castaño
solitaria… la extensión de pureza en la
que flota
inmóvil,
El
filo del horizonte, el cuerpo marino en vuelo, la fragancia de la
marisma
y el cieno de la playa,
Todas
estas cosas se hicieron parte de aquel niño que se lanzaba a
la
aventura todos los días y que se lanza ahora y se lanzará a la
aventura
cada día,
Y
todas estas cosas se hacen parte de aquel o de aquella que ahora
las
lee atentamente.
Walt Whitman, “Riachuelos de Otoño”, Hojas de
hierba
El problema está en que no se hace hincapié en la diferencia que existe
entre la lectura académica y la lectura emocional. La primera es fría y poco
motivadora, mientras que la segunda es caliente y motivadora.
Algunos de los participantes en el concurso |
Para ello
uno de los más importantes objetivos será buscar textos para disfrutar y sentir
implicación emocional.
Marisa Mateo, profesora del Departamento de Lengua y Literarura