El pasado 15 de diciembre, todos los alumnos de 1º de ESO asistieron, en el Salón de actos de nuestro centro, a la representación de La zapatera prodigiosa, la deliciosa farsa de Federico García Lorca que previamente habían leído y comentado en clase.
La actividad, organizada por el departamento de Lengua y Literatura como complemento a su programa de lecturas, fue patrocinada por la editorial Everest.
Un momento de la representación |
El aspecto que mejor valoraron nuestros alumnos fue el trabajo desempeñado por los actores –integrantes de la compañía riojana Tres tristes tigres-, tanto por su calidad como por su versatilidad. Así, el mismo actor que supo captar la atención de los espectadores haciendo del Autor en la presentación de la obra, interpretó después al prepotente y machista Alcalde, al Mozo de la faja y a la chismosa Vecina morada; caracterización esta última que resultó, a unos, muy divertida, y demasiado caricaturesca, a otros.
El decorado –opinaban algunos estudiantes- era muy simple. En efecto, el decorado al igual que la iluminación o la música siguen las líneas simplificadoras queridas por el autor con la intención de resaltar el texto. En este, el tema tópico del matrimonio desigual sirve de cauce de expresión de un conflicto trascendente, una lucha entre realidad y fantasía.
El desarrollo de la representación resultó ágil, vivaz, dinámico, alternándose los motivos cómicos con las situaciones melancólicas derivadas de la insatisfacción de los personajes principales.
El momento preferido por un buen número de alumnos corresponde al de mayor intensidad dramática, cuando el marido, disfrazado de titiritero, hace aflorar los sentimientos de su mujer con el recitado de un romance y, por fin, con determinación, resuelve defenderla de las calumnias de las vecinas.
Según algunos de nuestros jóvenes espectadores, los actores hablaban a veces demasiado deprisa, pero, por otro lado, destacan que les atrajo especialmente el lenguaje poético (siempre fiel al texto) utilizado en el escenario.
En mi opinión, no se integró mal, durante el paréntesis del entreacto, mientras se realizaban en penumbra los mínimos cambios en el decorado, la inserción de un puñado de frases de García Lorca relativas a su concepción del teatro, como aquella de que “el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera”, o aquel otro comentario de que “el teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama “matar el tiempo””. Solo por escuchar y meditar aquellas reflexiones en voz en off, ya hubiera merecido la pena la asistencia de los alumnos de 2º de bachillerato a la representación. No pudo ser; pero al menos los estudiantes de 1º de ESO sí que tuvieron la oportunidad de admirar como la poesía que habían leído días atrás se levantaba del libro y recobraba vida durante poco más de una hora en el escenario.
F. J. Aznar