El viernes
día 18 de diciembre los alumnos de 3ºde ESO volvieron a recorrer algunas de las
plazas y calles del casco viejo de Zaragoza para recrear en esta ocasión cómo
pudo ser nuestra ciudad en tiempos de La
Celestina. Durante el paseo de unas dos horas, con la ayuda de los
monitores de Faetón, los protagonistas de esta obra cumbre de la literatura
castellana (Calisto, Melibea, Celestina, Pármeno, Sempronio, Elicia, Areúsa,
Lucrecia, Sosia…) nos acompañaron y cobraron vida.
La
actividad comenzó en la plaza de San Felipe. El Torreón Fortea nos permitió imaginar
cómo pudieron ser las viviendas de los grupos sociales privilegiados (nobleza y
burguesía) de finales del siglo XV y principios del XVI: en palacios semejantes
residirían Calisto y Melibea. Un reloj como el de la desaparecida Torre Nueva (que
hoy nos recuerda un trampantojo) permitiría
al loco enamorado Calisto acudir puntualmente a sus citas nocturnas y
prohibidas con Melibea. El tiempo comenzaba a medirse con precisión en las ciudades
y la vida se empezaba a organizar siguiendo el movimiento de las agujas del
reloj.
En el
palacio de los Condes de Argillo (hoy Museo Pablo Gargallo), una escultura
sobre el Amor dio pie para revisar el código medieval del amor cortés que Calisto, con sus palabras trata de reproducir, mientras sus hechos lo contradicen. Este
palacio, aunque construido en el XVII, también conserva muchos de los elementos
arquitectónicos góticos y renacentistas de aquellas construcciones civiles. Si
su magnífico alero informa de la riqueza de sus moradores, los relieves
zodiacales del cuadrangular patio interior muestran el interés que la
astrología ya despertaba en aquellos momentos. Los monstruos burlones de la
fachada de la Iglesia de Santa Isabel nos recordaron el lado oscuro de la magia
de contacto, practicada por la hechicera Celestina, sus vínculos satánicos y el
mundo de lo maravilloso.
Continuamos
nuestro camino por la Calle Manifestación, cuyo nombre remite al privilegio ejercido por El Justicia de Aragón que le permitía intervenir
en los tribunales reales protegiendo a los acusados que alegaban injusticia o
consideraba amenazada su integridad física. En la picota, situada junto al
actual memorial de Juan de Lanuza (muy cerca del Mercado central), fueron
ajusticiados reos que habían pasado su última noche en la Iglesia de San Pablo.
El recorrido que realizaban hasta allí con su coroza y sambenito, custodiados
por el pregonero o el verdugo, nos permitió imaginar el momento en que Pármeno
y Sempronio, criados de Calisto, fueron ajusticiados cerca del antiguo mercado,
lugar público y bien transitado, para que su castigo fuese ejemplar.
Y así,
paso a paso, de un modo ameno y bien hilvanado, todo el mundo social de La Celestina fue desfilando ante
nosotros. Nos hablaron también de las mujeres que no disponían de dote: la
triste vida de criadas como Lucrecia; y de las otras, las rameras, que señalaban
su domicilio con una rama, vestían “picos pardos”, y residían en barrios bien
localizados de la ciudad. Otro era el modelo que debían seguir las doncellas:
santas y vírgenes. El retablo renacentista de Damián Forment muestra un modelo
de mujer inalcanzable e ideal: María,
concebida sin mancha, madre y esposa. Y, junto a ella, en la Pasión, vemos
otro modelo más próximo e imitable: María Magdalena, la pecadora arrepentida.
El
paseo concluyó en el interior de otro palacio: el de Montemuzo. Allí se planteó a nuestros alumnos una
reflexión sobre lo aprendido, sobre la inmutabilidad de las pasiones humanas,
sobre la intención de Rojas al escribir la obra, sobre la pervivencia e interés
que una buena obra despierta todavía tantos siglos más tarde en los lectores y,
en suma, sobre el valor universal de los
clásicos literarios.
I.
Abanto y M. Mateo (profesoras de 3º de ESO)